fuente: eldiario.es
Los estudios científicos confirman que tomarse vacaciones aumenta la creatividad y el rendimiento y, al contrario, no tomarlas tiene efectos muy negativos.
No disponer de vacaciones tiene efectos negativos sobre la salud, y de forma más preocupante, sobre el cerebro. Precisamente por ser un mal endémico en EE UU, de allí provienen la mayor parte de los estudios que nos advierten de estos efectos perniciosos. Un estudio de 2014 encontró que un trabajador con un sueldo bajo, pero que tomaba vacaciones todos los años, tenía mayor bienestar y felicidad que alguien que ganara cuatro veces más pero no pudiera descansar.
Otro estudio,Uno de los más conocidos, de la Universidad Estatal de Nueva York, en el que se observaron las causas más comunes de mortalidad, descubrió que los hombres de entre 35 y 57 años con riesgo de padecer una enfermedad cardíaca y que no se tomaban al menos una semana de vacaciones al año tenían un 30% más de probabilidades de morir de un accidente cardiovascular.
Las vacaciones y el cerebro
Pero además de la salud física, los efectos negativos de saltarse las vacaciones y trabajar durante muchas horas atañen, sobre todo, a la salud mental. Una revisión de estudios observó que trabajar más de 40 horas por semana estaba asociado con un mayor riesgo de depresión, que se multiplicaba por siete para quienes trabajaban 80 horas por semana, por ejemplo, en Japón. Trabajar sin descanso también aumentaba el consumo de alcohol y tabaco, reducía la actividad física y afectaba al sueño. Al mismo tiempo, trabajar más de 55 horas por semana reducía la capacidad cognitiva en personas de mediana edad.
Una consecuencia directa de no tomarse vacaciones es que aumenta el absentismo laboral. Un equipo de investigadores de Israel estudió a los trabajadores de una fábrica antes y después de tomarse unas vacaciones. Como era de esperar, se redujeron los niveles de estrés y el síndrome del trabajador quemados, pero además, después del descanso, también se redujo el absentismo laboral.
Cuando una persona se ausenta del trabajo por estar quemada, el efecto es que los demás trabajadores también se queman. En otro estudio de 2014, el 69% de los trabajadores afirmaba que las ausencias no planificadas de otras personas sumaban a su carga de trabajo, el 61% dijo que aumentaban el estrés y el 48% dijo que dañaban la moral en el trabajo y producían un descenso de la productividad de hasta el 36,6%.
Tomar vacaciones también produce trabajadores y gerentes más honrados. En un informe de la oficina de control del Fraude en EEUU se lee que la cantidad perdida por fraude se redujo en un 47,6% en los casos en que las organizaciones se aseguraban de que los trabajadores tomaran vacaciones y la rotación de sus puestos de trabajo.
Las vacaciones y la neuroplasticidad
En un estudio con personas que trabajaban en una universidad alemana, se midió el efecto que tenían las vacaciones en su satisfacción con la vida y su rendimiento. Tras las vacaciones, los empleados encontraban que hacían su trabajo con menos esfuerzo, a pesar de que a menudo se encontraban con trabajo acumulado a su vuelta. Esto es un indicador de que su capacidad mental se había recuperado.
Sin embargo, no todas las vacaciones son iguales. En el mismo estudio, cuando el tiempo de vacaciones era estresante por los inconvenientes asociados al viaje o las relaciones personales, o por el estrés provocado por no estar trabajando, no se registraban efectos positivos tras el retorno.
Tomar vacaciones ayuda a prevenir el agotamiento, pero también ayuda a aumentar la creatividad. La mente necesita reiniciarse de vez en cuando para rendir al máximo. Tomarse un respiro permite al cerebro encontrar nuevas respuestas, ideas y conocimientos. Los psicólogos lo llaman “efecto de incubación”, un fenómeno por el que alejarse temporalmente de un problema no resuelto puede dar lugar a nuevas soluciones o ideas.
Esto tiene que ver con el concepto de neuroplasticidad, la capacidad del cerebro de establecer nuevas conexiones. La neuroplasticidad se activa por los cambios en nuestro entorno. Se ha comprobado que solo con tomar un camino diferente o visitar una parte desconocida de la ciudad, la neuroplasticidad aumenta. Con mayor motivo, el tiempo dedicado a viajar, cambiar de escenario, y enfrentarse a nuevas experiencias que traen las vacaciones son imprescindibles para que el cerebro se vuelva más flexible.